2.109 – Vidas cruzadas

flavia Company  Tener una hermana gemela no es algo que se escoja -tiempo al tiempo- pero, y eso puedo asegurarlo hoy con una certeza absoluta, es algo que no se elegiría aunque así pudiera hacerse. Me dirán que dependerá del caso, que habrá gustos para todo, que a cada cual le va según su experiencia. Pues no: puedo asegurarles con una convicción incuestionable que, en el fondo del fondo, a nadie le gusta verse repetido y ya desde su nacimiento conocer una de las verdades más aplastantes con las que, tarde o temprano, todos debemos enfrentarnos: no somos únicos.
Tenemos que conformarnos, no obstante, con la suerte que nos toca. De un modo u otro, mi hermana gemela y yo hemos ido cumpliendo años en armonía, si bien es cierto que, en más de una ocasión, al mirarme en el espejo he pensado que yo no era yo, sino ella y, por el contrario, al mirarla a ella he llegado a pensar que se trataba de mí. Sé que a mi hermana le ha sucedido otro tanto. Ni siquiera nuestros padres han podido distinguirnos. Es difícil entender semejante confusión si no se ha sufrido nada similar, pues parece sencillo detectar los límites de la propia persona.
Sea como fuere, hasta ahora siempre habíamos estado de acuerdo sobre el momento y las características de nuestros pactos. Por ejemplo, habíamos coincidido en el deseo de intercambiamos el marido durante una semana. O el trabajo. Nunca había habido problemas después con la devolución de nuestras vidas o, por decirlo de otro modo, siempre había estado claro a quién correspondía cada marido, cada trabajo, cada casa o cada problema. Hasta ahora, insisto. Porque el asunto del embarazo ha trastornado las facultades mentales de mi querida hermanita que, estando embarazada yo, insiste en mantener la loca idea de que este embarazo es en realidad suyo, aunque no sea a ella a quien se le note. Dice que el hijo que yo llevo dentro le pertenece, que yo no soy más que el receptáculo en donde el bebé está creciendo y que, una vez salga al mundo deberé entregárselo a sus verdaderos padres, es decir a ella y a su marido. Y como siempre ha sido más hábil que yo con el lenguaje, ha convencido de semejante despropósito no solo a nuestros esposos y padres sino, lo que es peor y más grave aún, al ginecólogo y al mundo entero, que ha comentado su caso en la prensa y, aunque parezca mentira, se ha puesto de su parte. ¿O de la mía?

TITULAR: «Una japonesa da a luz al hijo de su hermana».

Flavia Company
Trastornos literarios,La vida en prosa .Textos de ficción basados en un titular publicado en la prensa escrita. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.771 – Sin margen para la duda

flavia Company  «¿Vos me darías un riñón?» Se lo había preguntado la semana anterior por enésima vez mientras prendía un cigarrillo recostada en el cabezal de la cama. «¿Un riñón?», protestó él. «¿Nomás uno?», bromeó. Y entonces ella lo pateó para echarlo. «Andate», le ordenó. «¿Por qué? ¿Qué te hice?», quiso saber él, que además se estaba muriendo de sueño. «Confesarme que no me querés», lo acusó ella. «Pero sí te quiero, ¿cómo no te voy a querer?» «Si me quisieras, no me negarías un riñón.» Y ahí mismo, harto de acusaciones, se arrancó uno como pudo y le dijo: «Tomá. Y ahora, dejame morir».

Flavia Company
Mar de pirañas. Nuevas voces del microrelato español.
Edición de Fernando Valls. Ed. Menoscuarto-2012

1.750 – Ser como de la familia

flavia company  Me fui con ellos porque insistieron: «Que no puedes quedarte sola, que la Navidad hay que pasarla en familia, que ya verás qué casita más mona hemos alquilado», etcétera. Me dejé convencer. Las apariencias engañan y la propuesta tenía buena pinta. Debería haber recordado que hay películas de terror con comienzos aún más cándidos. En fin.
La casa era mona, es cierto. Estaba en lo alto de una colina, en medio de un manto de nieve blanca y pura. Se respiraba sosiego. Nada hacía sospechar la tormenta que se avecinaba. El mismo día de nuestra llegada, por la noche, ocurrió la primera inesperada catástrofe: después de insultarse sin ningún tipo de miramientos, el padre y uno de los hijos llegaron a las manos. Tuvimos que ir de urgencias al hospital. Yo no salía de mi asombro, claro está. Quién podía prever algo así. Además, sentía vergüenza ajena.
El segundo día, 24 de diciembre, la sangre corrió entre los esposos. Yo ya no daba crédito. Aquello era un escándalo. Pensé en irme, pero habría quedado fatal. Los acompañé de nuevo a urgencias. Para Navidad, el asunto no mejoró: uno de los hermanos empujó a otro con tan mala fortuna -o tan mala saña- que logró que cayera por las escaleras y entrara en coma.
Total que yo, que hasta entonces había sido una persona pacífica y que jamás había intuido el carácter oculto de mis amigos, el día de San Esteban, contagiada y eufórica, prendí fuego a la casa con todos adentro y me largué. «¿Son parientes suyos?», me preguntaron en el depósito cuando fui a reconocer lo que quedaba de ellos. «No -contesté-, pero puede considerarse que ya he pasado a ser como de la familia». De ahí.

Flavia Company

Transtornos literarios,Frases (muy) hechas. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.172 – Buenos hermanos

 Si no nimias, suaves. Las diferencias entre Pepe y Jose eran prácticamente insignificantes, pequeñas, exiguas, anodinas, irrisorias, triviales, livianas, inapreciables, sin nada de particular. Donde Pepe era generoso, Jose era desprendido. Donde el primero amable, el segundo cortés. Donde uno torpe, el otro desmañado. Si Pepe trabajador, Jose currante. Si este tozudo, aquel porfiado. Seguro, decidido y fiel uno de los dos. Invariable, constante y leal el hermano, el semejante, el próximo, el pariente. Claro que eso podía tener que ver con la similitud, la analogía, el parecido, el paralelismo, la semblanza, la parejura, la afinidad de sus historias. Cuando Pepe nació, Jose fue dado a luz. Cuando el primero recibió la primera paliza del padre, el segundo obtuvo su tunda prístina. Cuando uno le pidió para salir a Paca, el otro se hizo novio de Francisca. En el momento en que Jose se casaba, Pepe contraía matrimonio. El día en que llegó el primer hijo de uno, fue la jornada en que nació el retoño del otro. A la vez que uno se empeñaba para comprar una casa, el otro se hipotecaba para adquirir un hogar. La época en que Pepe decidió operarse de hemorroides, fue el período que Jose escogió para que lo intervinieran por almorranas. Llegó hasta tal punto esa compenetración, ese entendimiento, esa coincidencia, esa identificación, que la fecha de la muerte de uno de los hermanos fue la data de defunción del otro y para ser respetuosos con su estilo de vida, se organizó un solo entierro y una sola inhumación.

Diagnóstico: Sinonimia (Figura retórica, llamada también metábole, que consiste en usar palabras sinónimas en un mismo contexto).

Flavia Company
Transtornos literarios. Ed. Páginas de espuma. 2011

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1.157 – El soñador

 Si ahora pudiera seguir durmiendo hasta que me diera la gana, apagar el despertador y hacer como si no hubiera sonado, llamar por teléfono a Tania para que viniera a despertarme y luego llamar al jefe para decirle que no voy a volver ni aunque me aumente el sueldo y me cambie de despacho, si pudiera decirle a mis hijos que soy débil y que estoy cansado, si pudiera confesarle a mis padres que mi puesto en la empresa es inferior al que ellos creen, si tuviera la fuerza de voluntad necesaria para dejar de fumar, si mi ex no me llamara por teléfono todos los días para hundirme en la miseria, si tuviera un buen coche o un buen cuerpo, si fuera capaz de comprometerme de veras con algo, si creyera en algunos de los muchos dioses que hay a mi alcance, si no me sintiera culpable por cada maldito error que cometo, si supiera disfrutar del momento, si olvidara el pasado y no me angustiara el futuro, si tuviera confianza en mí mismo, si fuera capaz de perseguir una ilusión, si no tuviera miedo a la muerte, si no tuviera miedo a la vida, si no me mintiera tanto, si no estuviera cerrando la puerta de casa un día más, bajando las escaleras y subiendo al autobús después de haber apagado el despertador un día más, de haberme duchado un día más,de haber desayunado en el bar de Pura un día más, si no estuviera de camino a la oficina un día más, si pudiera no ser yo mismo por un día.

Diagnóstico: Hipótesis (Prótasis condicional: Primera parte de una oración cuyo sentido queda incompleto y pendiente de ser completado por la segunda parte).

Flavia Company
Transtornos literarios. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.068 – Yo soy inminente

  A veces tengo unas admoniciones increíbles, como una especie de versiones de cosas, ¿sabes? Me vienen de repente, por un sueño que he tenido, o por un asentimiento. Paqui dice que todo son alusiones mías, pero de eso ni hablar, que la que está delicada del cerebelo es ella y no yo. Y luego otra cuestión: que a la gente le cuesta mucho omitir que los demás tienen poderes que ellos no han aprehendido. Además, hay que tener presencia de que la Paqui está amargada, porque tiene al marido empotrado en la cama desde hace años y de eso nadie sale inerme, oiga, se lo digo yo que estoy al margen de todo y sé muy bien de lo que hablo porque ya he pasado por ese alcance. La Paqui ahora no me cuenta nada, porque lleva una época muy perceptible, pero antes estábamos muy penetradas las dos. Lástima. Desde que se ha ido a vivir a esa organización de casas endosadas no hay quien le diga nada. Antes vivía en el beneficio de enfrente, y todo eran favores, que si me das un poco de sal, que si me enciendes la aguja que yo no veo bien, en fin, un desecho de favores. Le he dicho que va acabar mal, que el marido se le va a convertir en un adulterado, que su hija pequeña va a tener una noción de embarazo y que al chico la novia lo va a dejar por imponente. Le he dicho que lo he visto todo clarísimo como el agua. Y la Paqui que no, que no se quiere creer que yo soy inminente y veo el futuro. Peor para ella.

Diagnóstico: Solecismo (Se emplea como opuesto a barbarismo; mientras este es un error cometido por el empleo de una forma inexistente en la lengua, el solecismo consiste en el mal uso de una forma existente).

Flavia Company
Transtornos literarios. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.057 – Éxito mortal

 Lo decidí cuando se convirtió en un best seller. Maldita la hora. Fue un impulso y luego un deseo incontenible. ¿Qué pasa?
¿Acaso ustedes nunca han sentido la necesidad de comprobar cómo funciona la perfección? ¿Jamás han tenido la imperiosa tentación de abrir un reloj, un motor, un cuerpo humano? Escribí la historia de un crimen perfecto y quería comprobar que no lo era solo sobre el papel.
Toda la vida había tenido ganas de matar, esa es la verdad, pero jamás me habría atrevido de no ser por el éxito brutal de mi novela, que demostraba hasta qué punto estaba bien tramada. Seguí mi plan hasta el final, paso a paso, sin olvidar detalle, sin cometer errores, capítulo por capítulo. Pero mi personaje, el asesino, no era un novelista de éxito que cometía el crimen que narraba en su libro. Era un hombre de negocios, gris y avaricioso. Y eso sí que se me escapó, no supe verlo a tiempo, me equivoqué de personaje, fue lo único que substituí.

TITULAR: «Un escritor, acusado de un crimen calcado al que relata en un libro».

 

Flavia Company
Transtornos literarios, La vida en prosa.Textos de ficción basados en un titular publicado en la prensa escrita. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.018 – El hombre marcado

 Todo empezó cuando era pequeño. Me obligaban a hacer las mismas cosas varias veces, las mismas cosas exactamente: recitar el poema que me había aprendido en la escuela, tocar la única pieza que me sabía entera al piano, hacer aquella mueca tan graciosa… una vez tras otra y otra y otra. No acababa nunca. Por eso estoy resignado a que no me toque la maldita primitiva, aunque juegue todas las malditas veces a los mismos malditos números, una vez tras otra y otra y otra. No acabará nunca. Nunca. Mi abuelo, mi pobre abuelo, que había jugado toda la vida al mismo número de lotería, al mismo siempre, tampoco sacó nunca ni un duro. Y antes de morir me dijo: tú insiste, repite, no te canses, que si no me tocó a mí, a ti seguro. Pero nada. En fin, que tengo que dejar de hacerme ilusiones, esas ilusiones que enturbian mi mente de trabajador asalariado con sueños de lujos imposibles, como por ejemplo una bañera redonda, sí, una bañera redonda y rosada llena de espuma y alguien que me frote la espalda de arriba abajo, de arriba abajo, y de fondo una música suave, suave y sublime, pero no de disco compacto, no, sino en directo, toda una orquesta de cámara en el cuarto de baño, entre los vapores calientes de esa agua llena de espuma. De espuma y dinero. Dinero. Y todo el dinero tenerlo a mi lado, ahí mismo, ahí mismo exactamente, en mis maletines, a la vista, al alcance de las manos mojadas por las aguas vaporosas de mi bañera rosada, y guardias de seguridad alrededor de toda mi mansión para protegerme a mí y a mi fortuna incalculable. Solo de pensarlo se me pone la carne de gallina.
De gallina y de gallina.

DIAGNÓSTICO : Batología (Repetición innecesaria de vocablos que se hace al hablar o al escribir).

Flavia Company
Transtornos literarios, ed. Páginas de espuma – 2011

1.002 – Mi matrimonio

 Mi marido, el pobre, se ha hecho viejo antes que yo. Viejo de la cabeza. Después de tantas cosas como hemos vivido juntos, tantos proyectos como habíamos hecho para la tercera o cuarta edad, me encuentro ahora con que, en lugar de compañero, tengo al lado una especie de niñito indefenso y caprichoso. Lo peor de todo es que, con el fin de no herir su creciente y enorme susceptibilidad, me las veo y me las deseo para que no se dé cuenta de que tengo que repetirle las cosas veinte mil veces, que si no, las olvida. Pero ni así. Solo para que se acuerde de subir el pan -y no se lo pido porque no pueda bajar yo, que acabaríamos antes, sino para que se sienta útil-, tengo que hacer mil y un malabarismos: «Cuando pases por la panadería, pregúntale a doña María si le debemos algo». Al cabo de un rato: «Por cierto, a ver si está hoy el pan más bueno, porque lo que es ayer…». Luego, mientras tomamos un café descafeinado: «Si te encuentras con Paco en lo de doña María, podrías preguntarle por lo de la excursión». Más tarde: «Esta salsa que estoy haciendo hoy va a conseguir que te acabes la barra de pan». Un poco después: «Me ha dicho la del quinto que van a subir el pan no sé cuántos céntimos». Y por fin, antes que salga de casa:
«Con la hora que se ha hecho, si ya no le quedan de cuarto normal, tráete una sin sal». Aún así, a veces vuelve sin el pan -pero con una escoba nueva, por ejemplo- y me toca bajar a mí. En ocasiones he llegado a pensar que se burla de mí, que se está vengando de algo. Pero no. Es que está viejito, mi Pedro.

DIAGNÓSTICO: Conmoración (Figura retórica por la cual se insiste en alguno de los puntos tratados, para grabarlo más profundamente en el espíritu del lector u oyente).

Flavia Company
Transtornos literarios, ed. Páginas de espuma – 2011