2.334 – La rana fantasma

Jaime Alberto Velez G.  La rana fantasma puede croar a cualquier hora del día, pero suele hacerlo sobre todo en la noche. Su canto, aunque carece de realidad, no se diferencia del que emite una rana común, y hasta llega a confundirse con él. Pero no sólo eso: la rana fantasma jamás canta sola y prefiere, más bien, hacerlo acompañada de un grupo de ranas reales. Así que en una noche cerrada y en mitad del campo resulta imposible distinguirla; afirmar lo contrario constituiría una completa falsedad. Por esta razón, el miedo que este fantasma llega a producir posee tal exclusividad, que nadie puede aseverar que lo haya experimentado de verdad. Y, sin embargo, ¿quién podría asegurar que la rana fantasma no existe?

Jaime Alberto Vélez G.
http://e-kuoreo.blogspot.com.es/2011/09/31-jaime-alberto-velez.html

2.267 – La rana fantasma

Jaime Alberto Velez G.  La rana fantasma puede croar a cualquier hora del día, pero suele hacerlo sobre todo en la noche. Su canto, aunque carece de realidad, no se diferencia del que emite una rana común, y hasta llega a confundirse con él. Pero no sólo eso: la rana fantasma jamás canta sola y prefiere, más bien, hacerlo acompañada de un grupo de ranas reales. Así que en una noche cerrada y en mitad del campo resulta imposible distinguirla; afirmar lo contrario constituiría una completa falsedad. Por esta razón, el miedo que este fantasma llega a producir posee tal exclusividad, que nadie puede aseverar que lo haya experimentado de verdad. Y, sin embargo, ¿quién podría asegurar que la rana fantasma no existe?

Jaime Alberto Vélez G.
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2.027 – De la luz a las tinieblas

Jaime Alberto Velez G.  Al principio, las ranas cantaban al amanecer —como acostumbran hacerlo los pájaros—, para celebrar la luz de un nuevo día. Con el correr del tiempo, sin embargo, descubrieron que ese desbordamiento de alegría resultaba insensato, pues mientras más cantaban al sol, más secaba éste las aguas.
Desde entonces, y en venganza, las ranas cantan la llegada de la noche, pero lo hacen despacio, sin emoción, no sea que de repente la oscuridad también les resulte nociva.

Jaime Alberto Vélez G.
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1.982 – Escuela

Jaime Alberto Velez G.  Una rana que croaba una retahíla incomprensible llegó a despertar cierta curiosidad en la comarca. Al principio la rodearon con timidez algunos curiosos que, poco a poco, se aficionaron a aquella actividad, y terminaron luego por formar un grupo cerrado que reglamentó la asistencia de los curiosos. Para escuchar a aquella rana, los interesados debían someterse a una estricta y costosa preparación, dictada por el grupo de discípulos.
—Quien espera entender algo aquí —repetían a diario como lema—, debe prepararse para no entender nada.
Y de ahí, por tanto, el éxito de aquella reputada escuela.

Jaime Alberto Vélez G.
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1.961 – La rana solista

Jaime Alberto Velez G.  Aburrida del coro, y convencida de sus dotes singulares, una rana decide cantar por su propia cuenta. Lo hace a toda hora, en cualquier lugar, pero mucho más, desde luego, si cuenta con un público que pueda escucharla.
Cuando el coro de sus hermanas comienza a cantar, la rana se retira malhumorada a la cúspide de una piedra distante, y da inicio a unos cantos llenos de ironía contra su especie. Esta rareza genial le vale ser conducida al laboratorio de un famoso naturalista, que la exhibe en una jaula dorada ante un público entre impávido y desconcertado.
En la actualidad, la rana no duda en considerarse la más eximia de todos los tiempos, pero cuánto lamenta que no viva, por allí cerca, alguien de su especie capaz de envidiar sus logros.

Jaime Alberto Vélez G.
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1.918 – Zorro rey

Jaime Alberto Velez G.  El zorro no perdía oportunidad de acercarse al león y de caminar a su lado en actitud de familiaridad y camaradería. El león lo miraba con displicencia y oía sus palabras sin prestar atención. Con el correr del tiempo, el zorro creyó compartir con el león sus mismos atributos y, por esa razón, en su ausencia, se empeñaba en imitar sus poderosos rugidos. Los animales salvajes también parecían considerarlo Rey de la Selva, o eso, por lo menos, sintió el zorro cuando, sedientos de venganza, cayeron por sorpresa sobre él.

Jaime Alberto Vélez
El león vegetariano y otras historias. Bogotá: Alfaguara, 2000

1.880 – La oveja feroz

Jaime Alberto Velez G.  Una oveja decidió disfrazarse de lobo, para confundir a su habitual enemigo, y se encontró con un lobo que había recurrido a su vieja costumbre de vestirse de oveja. En medio de la confusión que ocasionó el encuentro, todos pudieron presenciar cómo, por primera vez en la historia, la oveja feroz devoraba al lobo indefenso.

Jaime Alberto Vélez  G.
http://www.calarca.net/minificciones/index10.html