1.981 – Benicia, Justino y los mercados

javier Ximens  Sentado en el verraco de granito que se trajo su padre de Torralba de Oropesa y que hace las veces de poyete junto a la puerta de la casa, Justino ojea el periódico que está en el suelo. Pasa las páginas con el bastón. A esa distancia solo puede ver los santos y las letras gordas.
—Afirman los americanos que nuestros bancos, mercados y bonos son basura —informa a Benicia, que justo en ese momento monda patatas y recuerdos en la pila de lavar.
—En lo de los abonos quizás tengan razón —responde Benicia acordándose de las aceitunas—, que a mí el aceite no me sabe igual desde que fumigamos los olivos. Sin embargo, en el mercado de Talavera buenas hortalizas que hay. Y en lo de los bancos —señala con el cuchillo al granito— es porque no han visto donde estás sentado —dice socarrona.
—No, mujer, si se refieren a los dineros —aclara el lector de la prensa bastonada, pero Benicia apenas escucha pues está recordando a los americanos de La diligencia, que montados en el balcón del ayuntamiento disparaban a los indios que los perseguían desde la ventana de la botica.
Justino pasa a garrotazos las páginas de economía y fútbol y al llegar a las de anuncios por palabras las enumera en silencio.
—Estas son las que de verdad indican el estado del mercado: a más páginas, más miserias —asevera con voz labrada.
—¿Y América por dónde cae? ¿Por el alba? —pregunta Benicia, que una vez peladas las patatas (como si fueran cabelleras) se ha puesto a quitar las pequeñas picaduras con la punta del cuchillo.
—Por el ocaso —Y Justino señala con la garrota hacia la zahúrda.
—Me lo barruntaba —responde su mujer. Luego, coge las mondas y las lleva al cubo de la basura.

Javier Ximens
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