3.518 – Historia sin Lobo

    Este hombre despierta mi hombre. Llega tarde a la cena de autores a la que he sido invitada. Inapetente, apenas si he tocado un par de bocadillos. Saluda y entre el alboroto, queda a mi lado. Es sencillamente un encantador. Toca su flauta y ya me bamboleo y salgo de la cesta. Su olor me abre. Platicamos sin ocuparnos de los otros: de las anguilas que discurren ciegas por su deseo en un libro de Cortázar, de los mingitorios del Bar del Diego «tan inodoros y límpidos que se podría beber agua de ellos». De pronto me pasa la mano por debajo de la mesa. Descubre el bulto que sólo para algunos me crece. «No sabía que las mujeres tuvieran pene», susurra a mi oído. Siento la presión en la entrepierna, casi dolorosa, y le sonrío porque también ha despertado mi hambre. Un camarero coloca un plato de cerezas y quesos en la mesa. Tomo uno de los frutos entre mis dedos y, golosa, comienzo a devorarlo. Mi hombre se levanta y se dirige al baño. Luego de unos segundos en que contesto una pregunta de otro de los invitados, me excuso para ir al tocador. Abro el que no me corresponde. Ahí está mi hombre. No se sorprende al verme pero tiembla y se sonroja con una fiebre repentina. Me aproximo a él y le acaricio sus tímidos senos de doncella encantada. Por fin despiertan. Le digo: «Vaya, vaya… están crecidos» y me inclino a sorberlos. Mi hombre gime rotundamente abierto. Con urgencia, palpa otra vez mi bulto, cada vez más hambriento. Ahora sus ojos son una súplica ardiente. Entonces le ordeno: «Date la vuelta». Sus manos se apoyan en el borde del mingitorio mientras le confieso: «Ahora sí, voy a comerte…»

Ana Clavel

3.517 – Chat

   Antes de ir a la ducha de media noche, me sentaré sobre las boronas de luz que dejan las estrellas, esos faroles cósmicos alimentan los paneles de mi imaginación. Escribiré sobre la hoja color manila en mi libreta. Me aterra el papiro electrónico con esa decencia blancuzca que irrita el iris y no me permite disfrutar de la sincronía gráfica que se suscitará. El marcador y las alertas de tus mensajes me estresan porque me ándalean, hacen perder el ritmo para insertar las letras. ¡Peor!, si al final, el esfuerzo en el display de este trauma haga corto circuito, digo, por una alerta de virus. Mejor, sigo mi camino a la regadera, de todas formas ya te has desconectado.

Abril Albarrán

3.516 – Busca otro amor

    Voy a cambiar mi número de celular sí, definitivamente, no, no le pienso contestar. Lo bueno que nunca supo mi dirección, sino ya me imagino que estaría aquí diariamente esperando cuando saliera a la calle. Ahí está otra vez la llamada, el mismo número, con ésta van ya 50 llamadas perdidas, y aún así no se da por vencido. Y eso que ya hace más de dos meses que no me paro en ese antro, no he vuelto desde ese día, me han dicho que ahí se lo han encontrado, sentado en la barra con una cuba de hielos derretidos, volteando a la puerta cada vez que llega alguien. Ahí está otra vez, ahora es un mensaje. Al principio sólo me ponía dos o tres palabras: miss you, loviou, vas a venir?, TQM. Pero, ahora se avienta parrafadas y parrafadas de reclamos, reproches y, últimamente, súplicas. Ya me tiene hasta mi madre. Noooo, no cometí la burrada de darle mi correo electrónico, si así de dañado está, ya me hubiera hackeado mi cuenta. Si ya sé que no es para tanto, hasta me parece extraño que aun no le haya caído el veinte. Que no se da cuenta, a mí me gusta salir, divertirme, si conozco alguien escaparme con él buscar un sitio solitario, su departamento, el coche o un motel. Pasar un buen rato, reír, juguetear, un par de besos, caricias, sentir bonito… nada como para azotarse, yo paso del amor, cero enamoramiento… regresar con mis amigos o tomar un taxi, y a otra cosa mariposa, que si te vi… ni me acuerdo.

Pilar Alba

3.515 – Tabi: el país de lo inestable

    Cuando te levantas por la mañana lo único seguro que tienes es el rostro. Ni tu nombre sabes, ni tu nuevo oficio, profesión u ocio. Sales de la casa donde dormiste, o desayunas con quienes en esos momentos son tus hijos, pero para el día siguiente, quizá no poseerás ni mujer ni niños, ni perro ni casa. El otro día se convierte siempre en un estrepitoso escalofrío, pues ya no tienes a los mismos amigos ni al mismo jefe. Ya no te llaman por el nombre de ayer ni eres indispensable para quienes el día anterior te amaban. Así es vivir en Tabi, un constante renacer en el mismo cuerpo que también cambia porque te haces viejo y, al final de la jornada, ni siquiera sabes qué idioma hablarás ni en qué región de este viajero país vas a habita. El único norte, aquí, es un río, que por un motivo desconocido, siempre divide en dos el territorio.
Sólo existe una ventaja para los tabianos: no viven de recuerdos…

Cecilia Eudave
Para viajeros improbables, Arlequín, 2011
http://ceciliaeudave.blogspot.com.es/

3.513 – La medida del poder

    El gobernador Jackson estaba seguro de que tampoco en esta ocasión vacilaría. Entre conceder un indulto al condenado a la cámara de gas o permitir que la ejecución siguiera adelante, sentía que su poder se medía mucho más por las vidas que quitaba.

Juan Pedro Aparicio
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.512 – Nadar de noche

    Para nadar de noche mejor dejar atrás los prejuicios comenzando por el del apego a la vida. En el mar nocturno sólo se ve la espuma de las olas como hileras de dientes que van a devorarnos. Para escapar hay que sumergirse, y entonces descubre uno que en la noche del trópico toda burbuja es centella y toda brazada estela de chispas y que si al hundirse se dijo adiós al cielo estrellado en la profundidad las rocas enfebrecidas de coral son constelaciones y el trazo de los peces nebulosa de fuego. La ola relampaguea y el abismo encandila. Se está muy bien en esta oscuridad tachonada de fulgores. No otra cosa es el mundo. No hay que regresar a la costa, cuya ilusoria seguridad terminará devorándonos.

Luis Britto García
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.511 – Ll

   Lluisa Llorent, la llama de Port Lligat, no halla la llave. Llena de lluvia, una llaga, llama llorando a su llamo que no llega.
Lluwellyn Llorent, su llamo, no le lleva la llave. En la llanura del Llobregat, las llantas llenas, una llamarada su llavero, leyendo a Vargas Llosa, a Llinás y El llano en llamas, Lluwellyn llora sólo por llorar. Todo le llueve.
Moraleja
Nunca dependas de los intelectuales, por más parientes cercanos que sean.

Luisa Valenzuela
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.510 – Ante el espejo

    —¡No lo haga! –le supliqué. Pero ella, decidida y envuelta en los encantos de su juventud, avanzó sin ni siquiera oírme. Supe que estaba resuelta, que nadie la apartaría de un destino fatal. Y continuó, muy deprisa, hasta hallarse frente a sí misma en el espejo. No, no se miró, ni dudó. Se lanzó, dando un salto magnífico (la envidia de un campeón) a la superficie helada del cristal; y yo me limité, lágrimas en los ojos, a apagar la luz de aquella habitación estúpida–: Nunca más –grité– habrá luces y fulgores en la tenebrosa luna de este espejo.
Y salí, dejando en la oscuridad para siempre a aquel monstruo, aquel falso río seductor y terrible. Estaba seguro, tarde o temprano un espejo muere en la oscuridad.
Días más tarde –lo supe por la prensa– su cuerpo fue encontrado en la luna de otro espejo distante, en una pequeña ciudad de provincias que ni ella ni yo habíamos visitado nunca, y en la habitación de un joven huidizo y romántico. Y también supe que un forense muy hábil, al descubrir las huellas secretas de su muerte, quedó atónito ante el refulgir de plata de sus vísceras.

Rafael Pérez Estrada
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.509 – La evidencia

     Ayer por la mañana, al regresar a casa tras un viaje de trabajo, me sorprendió encontrar la tapa del váter bajada. Sucedía por tercera vez en pocos meses, coincidiendo siempre con mis ausencias. La primera pensé que, tras quince años de matrimonio, quizás Alberto había decidido hacerme caso. En la segunda ocasión estuve tentada de comentarle algo al respecto, aunque terminé mordiéndome la lengua. Ayer por fin me armé de valor, y sin salir del baño le pregunté, cruzando los dedos: “Cariño, ¿en mi ausencia ha venido alguien a casa?”. Desde nuestro dormitorio, él me respondió con un elocuente silencio.

Joaquín Valls Arnau