Mira un burro volando: miro, pero no veo nada.
Te vas a manchar con el helado: miro y una gota ha saltado sobre mi camisa.
Se va a caer el vaso: miro y mi hermano ha dado un manotazo que ha roto en mil añicos el último vaso de nuestra herencia.
Como sigas así vas a suspender: sigo así y suspendo. Todas las observaciones de mi madre se cumplen como las de un oráculo. ¿Por qué no la primera? ¿No será que mis ojos no llegaron a tiempo para ver el equino que, con las alas recién crecidas, surcaba el aire con ansias de libertad?