2.909 – Del trópico

Queta Navagomez  Era un sapo de tonalidades castañas, blando cuerpo y sangre fresca, acostumbrado a las alfombras de helecho y musgo. Incansable buscador de sombra, al que le daba lo mismo dormitar entre la humedad de las cortezas o enterrado en el lodo del pantano. Amante de las zambullidas en arroyos y charcos. Barro saltarín que jugaba a quedarse quieto entre las cañas, cuando el aire de la tarde hacía silbar los carrizales. Anfibio satisfecho de croar mientras las estrellas se desleían sobre el espejo del remanso. Batracio despreocupado y feliz… hasta que una bruja lo convirtió en príncipe.

Queta Navagómez

Un comentario en «2.909 – Del trópico»

  1. Saludos, Queta.
    Es el primer comentario que subo después de mucho tiempo de haberme inscrito en este espacio, y se debe a que me ha gustado la forma despreocupada, tierna y la ironía fina que salpicas contando la «verdad» del cuento aquel. A todos los hombres nos dan el besito y después vienen los sinsabores… deseo seguir siendo un «sapo».

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