3.313 – Primera cita

    Todo es cuestión de mantener la calma. Es sólo una evaluación que no pasa de 10 a 15 preguntas elementales. En el peor de los casos, la solución es contestarlas con algún choro que ni te entienda, al fin de cuentas entre más palabras digas, mayor será la probabilidad de aprobar el examen. Tomo valor y me siento en la banca, preparo mis mejores argumentos. La primera pregunta es fácil. ¿Vienes regularmente aquí?, sí. ¿Te gustan las mascotas?, un poco. ¿Desde cuándo estás soltero? Hago una pausa y pienso en una respuesta adecuada: si considero mi última relación, que duró una semana, diría que desde hace un mes. La evaluadora me mira con inquietud, sospecha mi improvisación. Prefiero los exámenes escritos, al menos así evito mirar el rostro de quién califica, esa expresión de lástima al saber que no estudié y sólo respondo estupideces.
Continúa el cuestionamiento. ¿En qué trabajas?, no trabajo, estudio. Genial. Yo estudio historia, ¿y tú? De nuevo hago una larga pausa para decir que soy preparatoriano. De inmediato noto sus muecas de desagrado, ella se levanta para irse. Creo que reprobé la evaluación.

Adrián Mendieta Moctezuma

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